Ya no más venganza
ni sueño, ni quedar lelo
ni dormido inútilmente
ni pasear por las ciudades de la muerte
en la fatua compañía de estos ángeles
o declararse en bancarrota
ni vencido
ni arrastrarse en su cadena de favores
ni sentirse la última chupa del mate
ni el hoyo de un estupendo queque
o la belleza adolorida de una elite
copartícipe de una creencia fatua
ni escaparse ni esconderse en sucios cráteres
donde duermen unas tristes, tristes golondrinas
nunca más, calefaccionarse con la risa ajena
o desnucar o destazar las partes íntimas
para el cuerpo sólo la paz de los temblores
y esa caspa insospechada, zigzagueando entre colores
y esas formas aún redondas que se apuran y sonrosan,
y esos brazos y esas piernas, y esas (uf!) extrañas facciones
y esos juegos de lisonjas y tumefacciones
en los parques atestados de la ciudad puerto
bajo rumas de colillas y entre jóvenes sedientos,
deslenguado madrugadas bifurcadas como anoche.
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