miércoles, mayo 13, 2009

s/c...




Toda su esencia
recostándose,
en su cuerpo
suficiente

como una secreta
urdiembre,
una maniobra leve
no estudiada

toda su cadera
comunicándose,
c/ esa piel hirviente,
atenazada

los brazos
agitándose,
y las piernas
así misma,
arreboladas

toda la simiente
en su presencia
ensortijándose,
siendo como son
de acompañantes
nuestras sábanas

deslizadas
como escurre
la corriente,
alguna ráfaga
impávida

se le agita
aquella noche,
acariciante,
alguna voz
no hablada

un semblante
arrebatado
de improviso,
+ no su semblante

pero sí mi cara
olorosándole,
detrás
de los sus lóbulos
serenos y dulces.







Hay unas veces en que cantas
o miras de improviso por tus lágrimas
el ruedo misterioso de sus rutas,
días en que brota música clásica
del trajín de la locomoción colectiva

horas de amanecida
cuando obras un par de milagros
sólo con tus párpados de nubes,
lejanías azules que baten palmas,
sobre la floresta de los cerros verdes

hay atardeceres sin duda,
en las quebradas que te recorren,
como manos apropiándose del viento,
o como dedos que se reparten
dentro de ti, como en un surco breve

hay anochecer, luz apagada,
memoria del techo en un
cielo raso que se desprende,
una blonda almohada donde
el cabello en su quietud se hunde

en ella
los retazos de los sueños
se amalgaman,
como la luz blanca
en las paredes de un túnel,
una pátina celeste que se aclara,
cuando observo en tu amanecer
el pálido final de una incertidumbre.



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