
Todas miran hacia el cielo y ponen cara de circunstancia,
y a la entrada de su templo donde son incineradas como diosas
dejan sus marmóreas peticiones
observando hacia lo alto en ademán de estar sobrevolando
algún círculo concéntrico
o entretejiendo sus palabras a flores plásticas como ilusiones,
en permanente auto alabanza e inmolándose, en los altares de la patria
retozando sobre sus plumajes frágiles, bajo los vuelos rasantes de las moscas,
emborronando algún graffiti con spray, o atravesando mariposas con alfileres
ellas dicen A B o C y tiran las cartas, mientras cantan sus orgasmos a dos voces y obnubilan, viajan y retuercen con los dientes las palabras y las tornan oraciones
refundando unas órdenes milenarias
en estos bastos cementerios de las aves desdentadas
con las alas trepanadas, aferradas a las gárgolas de las estaciones
con sus alerones arrancando glándulas a tarascones
en las quebradas de los cerros o donde crecen los espejos,
como trigales amarillos, en los jardines de esta casa de avestruz.
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