El día estaba muy frío, al igual que toda la mañana.
El vapor que emanaba de su boca, le recordó que había dejado de fumar, hacía bastante tiempo, con la esperanza de un futuro posible embarazo sano.
Ahora, ya no existía razón para quedarse en la decisión por aquella causa. Había perdido las esperanzas de un nuevo retoño y ni siquiera existía un posible candidato para ello.
Pensaba en ir a comprarse un paquete de cigarrillos, y fumarlo mientras esperaba que llegase el bus.
La noche se venía aun más fría.
Finalmente, en vez de fumar, decidió volver a casa por un suéter, lo que le retraso unos minutos. No alcanzo a abordar el bus.
Eso significaba media hora más de espera.
El anhelado encuentro era por la tarde y ya estaba atrasada.
Muy distraída estaba en esos pensamientos, cuando la despertó de aquel trance hipnótico un insistente bip bip de un vehículo que pasaba por el frente.
Le miro con desprecio, pensando en el idiota que hacia tanto ruido.
Pero no era ningún idiota, era un amigo que al verle ahí con falda delgadita y solo con un suéter encima, se apiado.
Cruzó rápidamente la calle y de un salto, ya estaba en el asiento de copiloto.
Se puso el cinturón de seguridad y solo en ese momento le saludo.
Se fueron conversando todo el camino hasta dejarla en el terminal de buses en Rancagua.
Su viaje recién comenzaba, aun le quedaban unas 4 horas más de recorrido. Pero ese recorrido había comenzado hace diez años atrás.
Se había preparado por mucho tiempo antes de encontrarse con aquel viejo amigo del cual había estado enamorada platónicamente por años.
Fue un amor dulce, delicado, lleno de ternura adolescente. Se habían reencontrado a través de e-mails hacia unos 6 meses y ya era tiempo de verse.
Ella siempre fue decidida y en la avanzada, la decisión había sido compleja. Era en su estructura mental una completa locura hallarse con alguien a quien nunca había visto en su vida, de quien no tenía idea como era, alguien con quien perdió contacto por años, pero con quien se sentía tan cercana.
Tenían conversaciones por horas, se escribían mutuamente, se respetaban, se admiraban mutuamente de lo mucho que habían crecido, de las muchas vueltas que habían tenido sus vidas.
Este sería el día en que un amor platónico, dejaría de serlo.
Toda la ruta estuvo conversando con el por teléfono, preguntándose mutuamente si uno u otro se había arrepentido.
Ella llegaría tarde y ya se hacía complejo el irla a buscar.
La marcha se hizo eterna, su corazón latió acelerado la mayor parte del camino, por lo que no pudo dormir.
Finalmente llegó. Se bajo frente a la iglesia que le habían indicado; ahí mismo había una gran plaza que le recibió con una brisa fría que elevaba su falda.
Caminando por la vereda, arrastraba una maleta con rueditas, se detuvo y levanto su pierna para acomodar el zapato de taco alto que a esas alturas ya era molesto.
Fue entonces que le llamo para preguntar donde estaba, le dijo que parado en la vereda del frente.
Levanto su cabeza y le vio, venía acompañado de otro hombre.
En cualquier otra situación, ella se hubiese confundido, no hubiese sabido quien era quien, pero apenas le miro, su repaso potente y profundo, le delato.
Ella se quedo como en suspensión, por su mente pasaron un abrazo y un beso, muchos encuentros futuros, una gran pasión.
Basto mirarlo unos segundos, para saber que ese hombre le robaría el corazón, que ese hombre le rompería el corazón.
Todas esas imágenes de un hermoso futuro y de un triste final se condensaron en unos segundos, mientras que el se acercaba para abrazarle.
Ella tenía claro que no era un hombre cualquiera, era alguien de quien no debía enamorarse.
Fue después del abrazo que le uniría irremediablemente a el, que dio media vuelta, dejándole frío y boquiabierto, mientras se adelantaba entre sollozos y suspiros.
El la alcanzó, le beso la mejilla por donde caía una lágrima y le invito a caminar. El amor platónico había acabado.
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