Vivir un nuevo día es un parto.
La noche comenzó adolorida, hoy solo es un malestar, por eso no trabajaré.
Llueve, hay menos moscas por las calles y mi ropa huele a perro mojado.
Deseo hacer llamadas, pero no puedo (debes aprender a pedir).
Quiero que me llamen, que me pregunten como estás.
La soledad no quiere estar sola, me insta a acompañarla y sigo caminando por la calle, en este desierto de personas, oliendo galletas rancias.
Solo voy a comprar pan y ver si es que la dependiente, me dirige una palabra y quizás de regalo adicional una sonrisa.
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