Tengo el apetito atravesado
en la garganta de tu cuerpo
por tenerte oscuramente
en esta pieza del silencio
donde se hacen cucharitas
con el roce de tu cuello
en nuestras manos,
nuestros labios
nuestros besos
pero nunca en el secreto
o en las cumbres de la intriga
o escuchando los arpegios
moribundos de una huida
o en la torre derruida
del marfil más estupendo
bajo el cielo derrumbándose
por techo
justo al centro de un capullo de crisálida.
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