Me expones a tus labios
y al dolor
e incomprensión de los mismos,
que no preguntan,
dónde diablos quieren ir
en fin, los dejas
a la intemperie,
a que solacen a la gente
o los destruyan
y no es apropiado tener
esos dientes,
tan cuidados
o dándoles las órdenes
¡muér-dan-le!
no corresponde
andar asustando con esa lengua,
que se entromete y desespera,
a los pobres e inocentes,
acólitos de Dios.
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