Vergüenza de las palabras
o de ver,
el poco efecto que surten
desordenadas
puestas ahí,
cobarde
e impunemente
como si cualquier
tontera
fuera poesía
el caso es que no pienso
más que en tu sonrisa,
y en ese instante quieto
detenida
cuando hasta el mesero
preguntaba
¿y ahora, qué?
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