Inunda el sol, al día que se abre,
y las sienes calientes se enervan
y te escucho al entrar
y al salir de una ducha celeste
como si un ritmo exánime, te
descorriera las cortinas leves
en medio de un calor de dunas,
donde hasta el viento enmudece
y la palabra luz que penetra
deslumbra
y zozobra en las habitaciones,
como una ola suave
y el aire en tu cuerpo espejea y relame
en su bahía, como una voz presurosa.
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