No estoy, no atiendo
no asisto a clases,
deje una máquina fantasma contestando
no estoy, soy precavido
desaparezco cada tanto en mi recuerdo,
mi piel es la de un árbitro en los huesos
y mis manos, dos estropajos deplorables
el aire de mis pulmones
ya no pasan revista a sus alvéolos inmóviles
y mis cabellos, se detienen ingrávidos sobre la frente
observo una pupila, alguna córnea transparente
y me percato de una sombra oculta en los ramajes,
entonces abro mis fosas nasales, pero nada asciende
camino deprisa y al instante me detengo,
y no hay una lágrima furtiva ni un deseo
no hay un perfume en el cabello de la luna
una mirada, un respirar, una gaviota húmeda
sobre ese mar que es una posa acumulándose,
donde corrijo mi reflejo con la punta de los pies.
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