sábado, septiembre 02, 2006

Artes

Artes



Para escribir- escribir he pensado, se requiere de paz o a lo Raymond Carver, de sólo unos valiosísimos instantes, en relativa paz.
Se supone que el arte debiera funcionar como un escape frente el continuo enfrentamiento con la realidad, en tanto brutalidad y paranoia. Como un momento de dispersión y creación que nos aparte del mundanal ruido. Y se supone, aclaro…
Pero, envueltos en la virulenta maraña de relaciones sociales, compromisos económicos y deudas emocionales, la verdad es que el quedarse por ahí, destinando algunos míseros pero, preciosos momentos a la propia reflexión, se ha tornado un tema, cada día más cargado al ripio y a las basuritas varias: laborales, hogareñas, o del puro y santo desgano o la pereza mental, ya lastimosamente instalada.
Un punto, una arista del problema resida quizá, en el hecho de que carecemos de la voluntad de auto examinarnos, que creo, es fundamental para decir algo acerca de nosotros mismos o del resto. Para arremeter aunque sea someramente, los corpúsculos diversos que componen nuestros días, esa cotidianeidad por momentos, tan amarga. Falta el ejercicio intelectual, esto es muy cierto, pero también la mirada lúdica y desprendida que hace posible, el tomar las propias vivencias, primero: con la natural cercanía y luego, con la distancia suficiente para administrar lo que de ahí sale, creativamente expulsado, a la velocidad de un recuerdo memorable.
Tenemos por lo tanto dos barreras naturales. La primera, la gimnástica, producto de la ausencia de una disciplina básica; la de tomar un lápiz, un teclado o lo que mejor nos parezca, y luego ponernos a lanzar trazos constructores por aquí y por allá. Y la segunda, que implica un desuso, un abandono de nuestra facultad de ver con la retina desprejuiciada de los infantes. En un dejar de lado progresivamente, ese ánimo de lanzarse a jugar con la materia, para manipularla fascinados de su maleabilidad. Esto nos ha complicado bastante la vida, como posibilidad de crecer en el auto conocimiento, guiados por el mero ejercicio del escribir, o del redactar una experiencia determinada, haciéndola propia en cuanto concierne a sus valores y circunstancias.

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