jueves, abril 24, 2008

S/C...



Mira mi cara y espántate,

la cartuchera donde guardo mi sextante

que de navegante consumado sólo harapos.


Mira nuestra calle polvorienta

medio ladeada frente al mar, o medio cayéndose,

un pelícano zozobra en el lavamanos.


Mira mis pies y estos zapatos,

ya no mueven más que sus cordeles desatados,

ni siquiera hay un retazo de cabellos que mecer.


Más, no divago ni hago alardes, ni me sulfuro la sangre,

yo me basto con alguna polaroid de flores,

me devuelvo a pie con ella, para encerrarme.


Pero ni tan así como para encerrarme,

la verdad es que recibo algunas visitas en el patio,

mientras disfrutamos de una lonja del pastel.

miércoles, abril 23, 2008

A Paso Lento



A paso lento camino por los senderos que me guían a mi cabaña, allá en la punta del cerro.
Un perro me ladra insistentemente, yo solo le miro de reojo, no parece tener muy buenas pulgas.
A veces quisiera ladrarles de vuelta a ver si me entienden que no quiero nada con ellos.
Y pienso en las pulgas de mi gato, esas que le dieron alergias. Es gracioso que un animal sea tan delicado. En estas zonas sobreviven los más fuertes, mi gato era demasiado fifí, por eso tuvo que volver a la ciudad, no hubiera sobrevivido.
Sin embargo yo sigo por aquí, las alergias ya las supere todas, hoy me doy el lujo de caminar por un pequeño sendero abierto por un tractor, en medio de las espigas aun verdes de un campo de trigo.
Quisiera caminar más rato por este sendero plano, que no tuviese final, mientras el pasto alto se deja tocar por mis manos. Que delicia.
Una vaca más allá, me muestra que el trigo se acaba, un cambio de paisaje, cambiamos a otro verde, un verde campo de alfalfa se abre frente a mí, y con sus flores arreboladas me recibe.
-Muuucho gusto señora vaca!, córrase para allá, que voy pasando. Le digo alegremente a mi compañera láctea que esta justo en la puerta de entrada rumiando.
Las botas se ven bien feas, pero a estas alturas son muy útiles.
Cuanta flor hermosa no crece luego sobre estas bostas.
La overo colorado de más allá, tiene mal de pata, seguramente será puchero si no se hace algo luego.
Unos terneros se salieron del corral que les corresponde y juguetean en medio de la alfalfa.
Una flor tras otra van probando cual majestuosos chef de campo.
De vuelta le diré a don Juvencio que los guarde. Mientras tanto, sean felices destrozando a su antojo que yo voy lento pero debo ir seguro.
Solo llevo 5 kilómetros de camino, hoy me hubiese sido útil una yegua para recorrer la zona, pues de mecánica soy mejor agrónomo y nunca pude reparar la camioneta.
Sigo avanzando y se me acaba la alfalfa, la tierra expele un exquisito olor a tierra mojada.
El suelo será prontamente arado y rastreado.
Mejor me voy por la orilla, por donde no escurre el agua, al lado de las acequias, ahí donde crecen los dedales de oro, dientes de león y zarzas con moras dulces, que en el verano atacaré de las primeras.
-Buenas tardes don Juvencio!, que lejos esta de casa.
-Mijita es que tengo que regar…
Regar, al principio no sabía bien si en realidad se dormían parados, con un pie sobre la pala. Pero resulta que es un trabajo dedicado, pero con la lentitud que corresponde, al paso que se merece, una labor que es lenta, pero segura, como mi paso.
-Don Juvencio!, a propósito!, se le arrancaron unos terneros, están en medio de la alfalfa.
-Por la maquina!, esas diablazas, yo ya sabía que no tenía….
Y don Juvencio se fue rápido por el camino, se había acabado su momento de lentitud.
Mientras yo, sigo por mi camino, me encuentro con unos invernaderos ya desarmados, donde alguna vez se hicieron plantas de tomate y melón.
Aun esta el mesón que me soporto en días de dormir junto a las pequeñas plantas, para evitar que la helada nos dejara sin capital y sin nada para el resto del año agrícola.
Aun en el suelo estaba marcado el lugar donde pusimos un invento de salamandra que calentaba el lugar.
Noches en vela y de travesuras eróticas.
Me sonrío sola de pensar en esas diabluras sobre las mesas y bajo ellas…aun me imagino correteando por todo el lugar, muertos de la risa.
Fueron noches de frío, acaloradas noches de frío.
-Que haces aquí, mi viejo amigo pintado!.
Ahí estaba, como si le hubiese llamado con el pensamiento, mi jamelgo viejo y fiel.
-Me hacías falta para seguir el camino, pero no tienes montura…
Entonces no pienso más, lo sujeto y coloco junto a una de las mesas que se mantiene de pie, me subo de un salto y mi amigo pintado que apenas se mueve, me recibe.
Es como si supiera a donde me dirijo y comienza a apurar el paso.
Está atardeciendo, quisiera llegar al crepúsculo, compartir la tenue luz, que entra por las ventanas.
Avanzamos más rápido, pasamos por los maíces de don Nepo que ya tienen 4 hojas.
Debo detener a Pintado que se vuelve loco cada vez que ve zanahorias, cuando pasamos por la casa de don Filomeno. A el le gusta cultivarlas y tiene mal acostumbrado a mi animal.
Antes se las ofrecía, ahora el viene y las toma solo, pero para don Filo, eso no es problema, a menos que se meta con las rosas que cultiva al lado.
Sus rosas son su orgullo, dice que nadie cultiva rosas como las de el, que va a sacar una variedad nueva, la va a patentar y que se un día se va a hacer rico.
Pintado ya esta viejo y aunque no peso mucho, no podrá subir el cerro, así que una vez llegado al pie del monte, sigo mi camino a pie.
Pintado se queda como su nombre en el paisaje, comiendo un poco de pasto.
Los árboles están llenos de renuevos y el sendero limpio de maleza, luce con sus piedras de colores.
La brisa se cuela por entre los árboles y hacen un sonido de arrullo, que sumado a la tranquilidad de la tarde, solo motivan a la ensoñación.
La cabaña aun se ve oscura por entre los árboles y apenas se nota. Del otro lado los rayos de luz le llegan de frente.
Quiero estar allí arriba y que el sol me bañe con los colores de la tarde.
Llegué y sobre la mesa había un rico pan amasado que recién sacaba del horno.
-No estuvo tan mal que te dejase en la punta del cerro-
Le dije a mi compañero, mientras me sacaba las botas para compartir el atardecer en la terraza, abrazados sobre la hamaca.

lunes, abril 21, 2008

¿Cuanto tiempo esperarías al amor de tu vida?...



Tapada con sus cobijas hasta el cuello, escuchaba del otro lado del teléfono, como el hombre que amaba le decía: quiero compartir mi vida contigo.
Ella no sabía si era en broma o era en serio, era algo que siempre había querido escuchar. Y mientras el le expresaba, que no era ninguna broma, ella evocaba los momentos difíciles de esta relación tan apartada y el minuto en que en cierta medida se decidió.
Estaba ebria, ebria como un fulano cualquiera en un bar, de esos tipos a los que hay que llevar a rastras hasta la calle. Pero, no estaba en la calle, ni en un bar, ni en su casa, ni siquiera estaba en una ciudad.
En ese momento el cielo estrellado, unos cuantos árboles y la luz de la luna eran su cielo, sentada en una banca, fuera de una cabaña apartada de la civilización, solos, frente a una mesa, ella, su embriaguez, provocada por una botella completa de ron, que se había ido tomando de a sorbitos pequeños, su pena y el.
Estaba completamente delirante, de alcohol, amor y rechazo. La noche anterior había escuchado, como el le decía, que estaba en su derecho de enamorarse de cualquiera, que quería una relación, pero libre por completo, que cada uno tenía derecho de buscar y encontrar a otro. La “amistad erótica” descrita por Kundera en “la insoportable levedad del ser”, se hacía presente en su realidad.
A ella le había parecido increíble, horrible, que aquel hombre, ese con quien se aventuró a ir al fin del mundo, separados de todo, le estuviera proponiendo eso.
Se repetía a si misma: -es que en realidad el no me ama, el solo me quiere como se quiere a un perrito o un gato –
y en tanto se autocompadecía de su propio estado etílico coreaba: -tú no me quieres, yo no soy para ti, tú necesitas a una como tú, tú me vas a dejar sola, yo no soy suficiente-
Lo repetía incansablemente e iba llenando nuevamente su vaso de ron.
El estaba sentado frente a ella, tratando de engañarla, pidiéndole de beber también, mientras iba botando los vasos que ella llenaba, pero que luego, decidió no compartir más, porque en esa mesa bastaba solo un ebrio.
El trataba de que no siguiera con esa actitud tan autodestructiva, mientras miraba a la que consideraba una mujer admirable, tan rebajada, tan inocente, tan frágil, tan niña.
Ella ya no podía tomar ni una gota más de alcohol, tiritaba de frío, pero no entraría con el a la cabaña a dormir, pues, ya sabía que sucedería. Se lanzaría a los brazos de ese hombre, le haría el amor como una loca y luego el, desaparecería al día siguiente por completo de su vida.
Me quedaré aquí fuera, tú entra, te va a dar frío.
No- respondió el- yo me quedaré aquí contigo.
-Pero porque, si tu no me quieres, le decía con voz bajita y muy suave.
Sería su voz de niña, su fragilidad lo que le provocaba tal ternura, que el, a quien todo le importaba un pepino, no la dejaría en ese estado, sola.
Déjate de leseras entra, le decía, mientras la tomaba por la cintura para hacerla entrar.
Ella se apegaba a el, no tan solo porque no podía moverse sola, sino porque necesitaba meter su cabeza en su pecho y sentir por última vez el aroma del hombre al que amaba.
Mientras ella repetía, me siento mal, el se detenía con suavidad, se quedaban uno frente al otro, respirando profundo, casi abrazados, mientras se olían mutuamente.
Hubo un momento, en que ya no pudo más, tenía que sacar de si misma tanto ron…
Agachada vomitaba alcohol, el alma y lágrimas que no le dejaban de rodar por sus mejillas, mientras decía a su vez, con su voz de niña abandonada: Tú no me quieres y me vas a dejar sola, yo no soy suficiente, déjame sola!!, me da vergüenza!!.
Pero el, le recordaba que ella, alguna vez, también le ayudo de este modo, en un pésimo estado etílico, le acompaño y cuido con amor.
No es que se sintiera en deuda y no sabemos que sucedió, en ese momento, en el, a quien no le importaba nada. También le dejo de importar la discusión de la noche anterior, que ella estuviera ebria, y que recién hubiese vomitado.
La tomo fuerte entre sus brazos mientras le acariciaba y decía: yo nunca te voy a dejar mi niña.
Sus palabras le produjeron aun mas llanto y mientras el la besaba, lo olvido todo. En sus oídos solo resonaba, yo nunca te voy a dejar, como hoy resonaba, quiero compartir mi vida contigo.
Esa noche ambos se amaron, se hicieron el amor, amor de verdad.

sábado, abril 12, 2008

S/C...


Ya no escriba

ni haga tal

tan sólo escuche:


-altoparlante abandonado-


no haga tal, repito,

ya no contubernie,

pútrido defecto craso


como escafandra que se filtra

–verruga imberbe-

Ud. no crece, corazón retráctil


reptil que se desprende de la carne,

como escondiéndose


ya no consuele a los cerezos burdamente,

con sus esputos de bizcocho apelmazado


ni se desdiga: este es su nombre

o des pronuncie su retahíla de agrados


ni amenace con quitársenos la vida

justo al medio de su centro de madres


ni promueva el intercambio, ni farandulee,

usted es la cloaca de usted mismo


y solo, (entre paréntesis)


Ud. es iracundo y harto triste pajarraco,

que se desteta de un cadáver cada noche


junto al desagüe del estanque

de su baño de jade, enteramente rebalsado.


viernes, abril 11, 2008

El Indomable Will Hunting

"Personalmente, aún no conozco a ningún ser excepcional, digo, genio... sólo rarezas huérfanas de sentido... =I…”

Las rarezas huérfanas y faltas de sentido, no son tal, pues no me parecen rarezas, son seres que surgen al levantar la mirada, cuando te dejas de hurguetear el ombligo.
No creo en los genios, solo en los de las lámparas.
Los seres excepcionales… bueno, creo en que existen personas importantes dependiendo de la categoría que tú mismo le das en tu vida.
Todo es relativo a quien mira… muchas veces se les dice genios a aquellos que por mayoría de votos lo son… los de verdad, deben andar en alguna lámpara por ahí.
También los puede haber, de aquellos que haciendo reuniones se arreglan el mundo, entre tanto, se acomodan su humita y guantes blancos, mientras les miran sus grandes maestros colgados al lado del dibujo de un compás y una escuadra.
Tb. podrían ser, los del Ku Klux Klan (KKK) =P

martes, abril 08, 2008

No - Shakira

No se puede vivir con tanto Veneno...

jueves, abril 03, 2008

Agonía

Sentada en una silla, Vivian esperaba mientras sostenía la mano del hombre que amaba.
Yo te amo por los dos, le decía. Y no sabía cuando había sucedido, no sabía cuando se le habían pasado ideas tan descabelladas por su cabeza, solo sabía, que el estaba ahí, que lo amaba y no le dejaría ir sin hacerlo feliz por última vez.

El, tranquilamente y con una respiración cada vez más pausada le pedía:
- “Siéntate aquí a mi lado, no quiero estar solo, necesito de tu calor y has estado conmigo por tantos años, que ya no se si tu me harás mas falta al otro lado o si yo a ti aquí”.

Ella trataba de no llorar y con su llanto contenido, se sentó en la cama, a su lado. Sus ojos le brillaban, también de amor, de aquel amor que nunca había dejado de tenerle en muchos años, a pesar de todo, a pesar de todas sus infidelidades, infidelidades que recordaba con lujo de detalle. Pero había una, una en especial, la más significativa, la que ella nunca, nunca olvidaría: La de su primer amor.

Hacía 40 años, el era un joven muy alto y fornido, un buen espécimen de la fuerza aérea, y ella, María, era una mujer simple, sin mucho en la vida, sin una gran inteligencia, pero que llenaba por completo el corazón de Daniel.
Estaban enamorados y se querían casar. Esperaban el beneplácito de la fuerza aérea para aquello.
La época en que finalmente sabrían que podían estar juntos, el estaba muy agitado, Maria le decía: “Daniel, no te preocupes que todo saldrá bien”.
Pero no fue así, la fuerza aérea coloco una lápida a su amor y prohibió terminantemente mantener una relación con aquella mujer. No era lo suficientemente adecuada para alguien como el.

¿Como es que alguien se puede dar el derecho o puede saber que ella no podía ser una buena madre para sus hijos, una buena amante en su cama, la mujer que le acompañaría?
Ese día María no lloró, a cambio, Daniel se hizo un mar de lágrimas, el hombre fuerte estaba por el suelo. Pero el lo superó, años después se encontró con Vivian, una mujer que si fue aceptada, una mujer que si le daría hijos y con quien formaría un hogar.

Ella era abnegada, completamente dedicada y más aun, una mujer que amaba por los dos.
Siempre se lo decía:
“Daniel, no te preocupes, a falta de tu amor nos sobra el mío, si tu no me amas, yo te amo por los dos”.
Pero eso para Daniel nunca fue suficiente.

Tuvieron hermosos 3 hijos, 2 niñas y un niño. Les vieron crecer, los apoyaron e hicieron una idílica “familia feliz”.
El fue infinitamente infiel, ella infinitamente comprensiva, nunca se quiso enterar de nada, creía en eso de “ojos que no ven corazón que no siente”.

Hoy, sentada en la cama, en el lecho de muerte de su Daniel, aquel a quien había amado durante toda su vida, cada vez que el le pedía estar a su lado, era uno de los pocos momentos en que se sintió realmente necesitada, en que se sintió querida.

Mientras miraba, el cuerpo arrugado y sus manos antes fuertes que ahora no podían siquiera sujetarla, trataba de pensar en todo aquello que le dio fuerzas en el momento que el doctor dio el pronóstico: Cáncer.
Y pensó muchas veces en que con amor lo vencería. Pero el, en realidad no era tan luchador, su cuerpo se iba carcomiendo con la enfermedad y el hombre antes alto fornido y buen mozo que conoció, ya no existía.
Tampoco estaba su rencor, ese que alguna vez le tuvo a Daniel y que le hizo envejecer de golpe. Hoy, había resurgido el amor que los mantuvo juntos los últimos 40 años.

Ella a sus 60, no se veía nada de mal, sus ojos verdes aun mantenían la belleza que alguna vez hiciera que los hombres se dieran vuelta a mirarle por segunda vez, pero era una belleza fria, estaba ahí, petrificada, como una estatua de mármol que ya no podía hacer nada.
Mientras tomaba la mano del hombre que amaba pensaba, pensaba en su mano cada vez más fría y que cada vez, por más que ella lo retuviera, se alejaba de este mundo, a volar lejos. Pensaba también cuando a sus 50, el la dejó, sin saber porque, pensaba en los momentos en que, desconsolada, buscaba respuestas.

El se había ido, hecho sus maletas y marchado tras María, la mujer que habría sido su primer amor, la única mujer con la cual se hubiese casado, la única mujer por la cual no fue capaz de dejar la maldita fuerza aérea… el amor no era el mas fuerte, su orgullo e historia familiar habían ganado y lo había tenido que pagar con 30 años de una vida sin amor verdadero.

Pero la vida da segundas oportunidades, un día caminando por la bahía, se la encontró. Sus ojos negros eran los mismos que el añoraba y recordaba cada noche de su vida, al pasar junto a ella, el aroma que emanaba de sus cabellos negros era el mismo, era ella no se podía equivocar. El romance resurgió de inmediato, no importo familia, hijos ni nada.

Así estuvieron juntos unos 5 años, hasta que ella consiguió un trabajo en Estados Unidos como profesora adjunta de una universidad.
La oportunidad no la podía perder, tal como el nunca se fue de la fuerza aérea, ella no dejaría su vida profesional por un amor revivido de viejos.

Vivian pensaba en que eso había gatillado su enfermedad, cáncer, cáncer de desamor.
Se alejo de sus pensamientos y no lo pensó más.
Soltó la mano de aquel hombre que era retenido en este mundo solo por un hilo de vida.
Hizo unas llamadas y luego le indicó a sus hijas:
-“Mañana deben ir al aeropuerto, esta todo preparado”.
Ellas no entendían nada; “¿a quien vamos a buscar?”
Vivian no quería dar explicaciones, menos en este momento, solo dijo:
-“Deben de ir a buscar a Maria, la amante de tu padre”.

Sus hijas llenaron sus ojos de furia, parloteaban, gritaban y pataleaban por que no irían a buscar a esa mujer, esa mujer que tanto daño les había hecho a ellas y su familia.
Pero al ver la cara marcial de su madre, no les quedo más que simplemente obedecer.
María llego 15 horas después, entro por la puerta de aquel lugar que siempre había sido, el hogar de su amante.
Entró pausadamente como oveja que entra al matadero, todos le miraban con desprecio, menos Vivian. Ella la recibió y sin decir nada, solo tomo su mano y la llevo al lecho de muerte de su amado.
Una vez dentro, solo dijo:
-“Daniel, quiero hacerte feliz, mira a quien traje para que se despidiera”.
Los ojos de Daniel nuevamente se llenaron de la poca vida que le quedaba y soltó unas lágrimas.
Luego Vivian, los dejo solos.

Estuvo esperando fuera, se imaginaba todo lo que se dirían, la despedida del amor de su amor, mientras a su alrededor, toda su familia, incluidas sus hijas le reprochaban su actitud de “idiota”.
Después de media hora, salio María con lágrimas retenidas en los ojos y solo le dijo, pase, muchas gracias.
Vivian entro, encontró a Daniel en la misma posición, pero parecía mucho mejor que cuando le había dejado hacia media hora atrás.
No le pregunto nada, solo lo miro, volvió a tomar su mano y se sentó en la sillita que estaba al lado de su cama.

El sin esperar nada solo le dijo:
-“Mujer ¿que haces allá tan lejos?, ven aquí, a mi cama, sigue compartiéndola conmigo. Durante muchos años tú me amaste por los dos y yo no lo supe entender, ahora comprendo. No quiero irme, si no eres tu la que este a mi lado…”
Y eso fue lo último que dijo.

Al salir de la habitación, Vivian, no tenía una lágrima en el rostro, pero el dolor, toda ella lo mostraba, ella era dolor, y hasta sus cabellos blancos y brillantes dejaron de serlo, se opacaron, así como sus ojos verdes.
En ese instante la única que podía acompañarla era Maria, solo ella, entendía todo aquello.
En ese momento las dos mujeres se abrazaron y finalmente, pudieron llorar tranquilas.

miércoles, abril 02, 2008

Distancias... Reestreno Por Largas Esperas




Esta noche, podría esperar desnuda tu cuerpo o podría quedarme en mi puesto de venta de No Ilusiones, vestida hasta el cuello en aquel rincón oscuro.
Sin embargo te espero, sabiendo que no llegaras y la voracidad de mujer contenida, sube por el espinazo hasta llegar a la nuca, para luego bajar sinuosa, hasta mis piernas que tiemblan.

Quizás finalmente llegues esta noche y que los movimientos y fluctuaciones de tu carne sobre mi, sean un mejor consuelo que mis propios dedos húmedos recorriendo mi clítoris.

Me siento en aquel rincón, vestida de vieja anacoreta… la venta de no ilusiones va bastante mal…


La vida es hermosa, pero duele a veces, es un dolor desde las entrañas, es un dolor de las no ilusiones, un dolor de prohibición, dolor de aquella ilusión del placer deseado, por el primer y los subsiguientes dolores de la prohibición de las distancias. Duele morirse de ganas y saber que la noche no te deja tocar la luna.

Me he quedado en aquel rincón de penitente, sin morir, sin morir de aquella magia asesina tan exquisita que son los cuerpos unidos y entrelazados cual orgía de serpientes.
La anacoreta muere, desea ser usada, asesinada, resucitada, sacudiéndose, deslizándose, transpirando, oliendo, queriendo, queriendo…

La muerte del día a día me tiene con la piel verde, me tiene envenenada, pues soy mujer de fuego, la lava destruye los órganos, las entrañas me queman.
Entonces, solitaria me proyecto en mi propio haz de luz, abriendo los brazos, abriendo las piernas, recordando aquel placer de la luna que se niega a ser besada, bebida hasta la última gota.

La noche avanza como penitente voluntaria y es en este instante que tu finalmente llegas, con tus sombras azules, diciendo la palabra mágica, después de tantas soledades marchitas.
Te abalanzas con instinto de animal hambriento, muerdes, rozas, besas, bebes todos los fluidos. Sin embargo, extraño tu risa y mientras te miro con aquella contemplación de mujer deseosa, me río, me río con la risa que le damos a nuestra falsa mitad… y no te vendo ilusiones. No se las vendo a quienes no creen en el amor y se conforman solo con vegetar en el placer…

Te pregunto, ¿no te habías dado cuenta?, me miras y finalmente me tomas en serio, me miras dulcemente y me abrazas, salimos desnudos a recorrer aquel campo de trigo recién espigado.

El rincón oscuro desaparece y frente a nosotros esta el sol con su cielo celeste de sombras azules. Nos salen a recibir los abedules, cipreses, las flores, las nubecillas frondosas, esas que tanto nos gustan.
Corremos desnudos, me preguntas y me detengo frente a la pregunta, mis respuesta es una sola… caigo sobre mi espalda, con mi cuerpo curioso, jadeante en aquel campo verde.
Mi boca se ofrece con todos los sabores, bebes mi café y el vino tinto exquisito, el duende ámbar se hace presente y mientras recorres cada rincón, la gula de mi cuerpo te pide con sus movimiento devorar aquel deseo que es aceptado por el tuyo.

Mis pechos son bombardeados de tus caricias, mientras mis piernas te acogen en un abrazo, húmedo, lascivo, incontenible, inevitable.
Muerdo tu cuello, beso tu cuello, abrazo tu espalda, te apresó, me oprimes, gemimos, urgimos… saboreamos el placer agridulce de sabernos juntos.

Entonces nos dejamos engullir por nuestras bestias lujuriosas de carne, el animal taurino bufa, jadea en cada espasmo.
Oleadas de placer nos llenan de una fiebre exquisita, este mar nos mece, en un movimiento acompasado; y ya no son oleadas es una gran ola la que nos arrastra.
Besas y bebes mis fluidos sabor a naranjas, lo absorbes, tocas, mimas, bebes, chupas hasta que ya no aguantamos más y subes hasta mi boca que emite solo un hilo de voz, para meter tu sexo en el laberinto donde te pierdes en lo profundo.
La bestia famélica de la anacoreta se llena hasta el hartazgo, derrites su boca en besos que ahogan cada gemido. Tu nombre no será gritado, lo prometiste, tu nombre es acallado por tu boca. Mi cuerpo inundado de tus fluidos y el placer, entrando y saliendo, llenándonos de sudor, con caricias marabuntas, son hormigas rojas llenas de delicia que suben y bajan, se esconden en cada orificio, penetrando y acelerando.

Al clamar y gritar ambos en la cresta de esta ola que nos lleva, liberamos a las bestias ya saciadas que se van corriendo por el campo.
El placer nos redime de este amor tan distanciado… nacemos nuevamente cuando nuestras miradas deseosas empachadas se entrecruzan, mientras nuestros sexos dementes reposan.
Plenos, boca arriba, las risas brotan a borbotones, nos tragamos, envolvemos, suspiramos… estamos completos, esta vez si estamos completos.

Desculpe o auê!! Paula Toller e Rita Lee

martes, abril 01, 2008

Adiós...


Ahora me voy afuera caminando
El desierto del mundo,
Y mis zapatos y mis medias
No me molestan.

Dejo atrás
Buenos amigos en la ciudad.
Dejemos que beban bastante vino
Y que luego se acuesten.

No crean que me voy
Desterrada la oscuridad exterior,
Como Adán y Eva

Olvida el mito.
No hay nadie
Que pueda expulsarme de aquí
Ninguno que pueda echarme fuera.

A menos que me equivoque
Sólo obedezco
La llamada de este canto:
Me voy... zarpo ahora!

Y podría volver
Si no me siento satisfecho
Con lo que he aprendido
Al haber muerto.