martes, octubre 20, 2009

s/c...



No la vendas como pollo
o falsamente vanaglories
tu estampa,
aquí has venido a morirte
y abandonado,
anota eso.





Yo no comulgo con tus labios
en formato de cadáver,
o tu cintura, tus pechos, tu traste,
no me saco aquella foto
para tu flopy porta carnet.





Al que carezca de sentido del humor
más le valga poner a trizar su reflejo.





Nada hay que
se le parezca al viento,
o a las ciclo vías del viento
sus arquitectos,
-nidos vaciados de nidos.





Ya cabritos salvajes, a ordenarse:

no se burlen, salten, griten, peleen,
fumen a escondidas o se apaguen la tele

a ocupar el MSN, ½ hora c/u
o a lo sumo una hora

coordínense
pongan música ¿ok?

jueguen play,
o apaguen o enciendan luces

cambien la música,
echen a correr el youtube

nada de jactarse x cosas que no han hecho,
sacarse los pillos, ustedes,
llevan en el pensamiento obuses

nidos de palomas elegantes,
o falsamente hinchadas

a ustedes con suerte,
les resta vida en el cadáver.





Es feo y antiestético hablar de las clases altas,
ya sus propios hijos han hecho un remedo de revuelta,
de revolución al pedo en media horas, y con chupones y Candys,
sangre garbosa, estilosa y estatuaria, c/ auge y caída también al pedo

pasa que a veces la élite juega a deshacerse de la élite,
ocurre cada tanto que la clase dirigente, se caga a la de más abajo,
aún así a Dios le late que es por poco poco tiempo, relativamente,
unos doce mil millones de años (+ -) -después de un cuarto Reich-

no se preocupen, ya se nos aproxima el cambio suculento,
cesarán de sus funciones los atornillados y esos besamanos,
ya no habrá + hermanas de coristas, en los cabarets de la escena de avanzada,
ni el artista tendrá que bajarse los pantalones por un ½ ni que empleo

transcurrirá la vida y será antiestético,
y habrán ciertas palabras, que ya no podrán usarse,
porque se verá federico que las usen.





En la cumbre del desastre están ustedes,
ni se percatan de lo que comen
-vidrio molido- ustedes,
cambian las aureolas por tridentes,
juegan a que se las saben todas,
tienen en el centro del alma
eclipses,
horas de zozobra bajo las plantas de los pies,
medallas al mérito por hurto simple,
atracos a mano desarmada ustedes,
cada metida de pata, se la autogestionan.





¿Cuál es el futuro?
ya es un ilícito preguntarse,
uno obedece reglas absurdas,
le da la pata y la mano al diablo en persona,
entrega sus documentos y enceres
al primero que se le cruce,
se la pasa entonando canciones pasadas de moda,
en un coro de ángeles –only rufianes caídos-,
todo acobardado por el fantasma imprevisto de Dios,
que cada tanto nos llama,
para darnos sus + nuevas y detalladas instrucciones.





Una oficina en el centro de una ciudad pequeña,
es una oficina sin vista al mar por lo visto,
un cuarto poco extenso, con un baño abandonado
a la deriva;
un perfume asqueroso y un trabajador por la noche
todo asqueado,
un fulano zutano mengano, deshaciéndose en anotaciones
callado, apoyado levemente en una barandilla,
con la mano en un mouse que no anda,
o chateando hasta las tantas,
por la mirilla de un ensueño loco -crazy-.





Dícese de mr. Monigote que pololea,
que a pesar de sus gorilones años,
una escuálida raqueta se le desdobla;
dígase que el pelafustán de mala muerte
tiene sus propias preferencias anatómico-estéticas,
y dígase (x fa) que tiene una familia ABC1 (cuec).





Ella es harto federica, pero le acompaña,
escriben ambos muy velozmente,
apremiados por la prisa de la noche,
redactan unas misivas dándose coses,
puro estrujándose las pupilas,
chorreándose baba de tintas virtuales,
echando luces de bengalas por las orejas,
rayos láser por las fosas nasales;
espuma y humo de chispitas
c/ las huellas dactilares;
y helos aquí,
describiéndose la tirria
que los ha traído al mundo.





Más o menos la chiquilla,
aunque mientras hable ponga videos
y su pololo alharaquee por la bebida,
o recuerde sus pendejos años mozos,
disjoqueando en una fiesta para semejantes pendex,
junto a una garrafa de ron y unas hojitas de hortalizas,
más o menos la chiquita,
al otro lado del computador.





Una araña del color de tu piel te recorre,
mientras la recuerdas,
otrora bajando desde tus hombros
hablando de unos asuntos incomprensibles,
en un idioma con las extremidades revueltas;
como una droga inesperada
haciendo su caridad en los vagones,
desde los que están cayendo la gente,
que luego de un largo tiempo se enamora.


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