jueves, septiembre 03, 2009

s/c...




Luego del vacío ya no queda nada,
ni una pizca de memoria o de huesos,
un par de lentes, un reloj de pulsera,
una señora de edad que nos ayude a cruzar la calle,
alguna señal de ceda el paso que nos hable,
una puerta entre abierta o una ventana,
pájaros oscuros que nos canten,
toallas secas para abandonar
esta larga ducha sin agua.





Los autos son de una frialdad extrema,
yo mismo estoy sentado en una roca inaccesible

un coliseo para gladiadores con asma,
que a duras penas se baten

ya no nos hace ninguna gracia
el estar soñando despiertos

los vehículos de la calle
pasan a una velocidad infinita

y yo no pienso ponerme
a llorar con ustedes.





Hay un asteroide
acercándose

con sus agujas y alfileres
muy cerca

y no hay un rayo láser
gigante que lo detenga

yo calculo
nada más unas horas

para el más
absoluto despelote.





Quiero y no quiero
hablarte,
es evidente

ya no añoras
como antes

te da lo mismo
a qué hora

el cómo,
el cuándo,
y el dónde

me las cantaste clarito
anoche, al teléfono

yo también sé leerte la cara.





Tú no me persigues,
o pronuncias mi nombre,
hay en tu recuerdo
un amasijo de hombre
impracticable,
trastornado como una debacle,
desarrapado como una fisura,
ya no hay quién me tenga presente,
salvo la muerte,
bajo alguna de sus + feroces cúpulas.





Cuando me hablen de ti
me hago el harakiri ipso facto

c/ una pluma delgada

a un costado del pecho de Cristo
presente

como una barca jónica hundiéndose,
en las oscuras corrientes del Ganges

ni la Verónica en persona
va a percatarse

de mi rostro en el lino
desapareciéndose

con todo y su gesto milagroso
de polaroid, pero en reversa.


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