viernes, septiembre 11, 2009

s/c...



Oh gran jefe no me mienta
-o miéntale a sus jefes-
no me obligue a mirarle feo
o a ponerle mala cara;
nada me cuesta el renunciarme,
el regresarme al más libre escrutinio
del olvido de esta vida, la calle;
como en aquellas tardes,
cuando usted –todavía un imberbe-
llevaba una vida displicente
no muy parecida a la mía,
-toda equidistante-
así que no se me engañe, jefe,
usted no nos administra la vida...

¿OK?





Esa gravedad
de tu especie
no me la pegues a mí
pececillo,
yo
nada tengo que ver
con tus padres,
el griterío en silencio
en tu patio trasero,
se los dejo a ustedes
así que,
ahí se ven.





Tomo todos los recados
que le dejan a mi jefe,
aunque él no me crea ni
lo que respiro,
así de alucinante es este
laboratorio,
para desapariciones
forzadas de inquilinos.





Tu música te pertenece,
toda crecida y torrente,
primavera sobre el mantel a cuadros,
bajo el halo de tu vientre,
como toda concepción, es a la vida.





Un living abandonado
es mi cuaderno para anotaciones,
ganas enormes de comerme tu postre
y ganas desafortunadas de cuidarme.





Tristemente, colega,
el trabajo en esta institución
se hace de esta forma
o no se hace,
así de simple,
y nada de gestos a otra parte,
movimiento de lentes,
obturaciones por el rabillo del ojo,
eso no se estila en nuestras
organizaciones.
PD:
saludos a los ingenieros de la especie,
saludos también a tu madre,
fin de las comunicaciones por hoy.

¡bye!.





Lo que tú ves,
no es lo que parece,
él usa esa pintura para género,
para advertirte:
“no me toques, no me mires, yo te odio profundamente”
se hace tatuajes de pueblos bárbaros,
se afila los dientes,
arregla su cabello con jabones,
reta a duelo a su padre,
-a una partida de combos c/ naipes-
signos sobre signos,
todavía más hirientes,
guerras personales con la calle
a golpes, violaciones,
aquelarres de la madre con su propio padre;
-o la posibilidad de no suicidarse en el intento-.


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