jueves, febrero 26, 2009

s/c...

...


Hay sus buenos poetas,
poetizas que danzan desde temprano,
voces que uno no recuerda,
lugares que se ha estado visitando siempre,
religiones de las cuales uno desearía
desafiliarse,
religiones tan difusas como una huida

hay peregrinos atochados en la noche,
entre gente que se asoma a las veredas,
veredas que se le suben a la gente
y sangre oscura que se derrama sobre ellas

uno puede asegurar que reconoce a la gente
cuando la ve pasar por su lado,
a veces uno les habla y dice cosas
sólo un poco inteligentes,
en otras, uno pasa de largo
como si esquivara,
una tormenta de cuchillos
demasiado halagadores.







Cuando la vi
me dijeron es una nena
difícil,
me advirtieron
que tenga cuidado,
ella se ve tranquila
pero muerde,
ha intentado todo
en contra de sí misma,
ha golpeado a medio mundo
y en otras tantas
la han partido a patadas,
porque tiene sus
medios ni que problemas
con el universo;
la existencia a sus cortos años,
es toda una venganza,
yo no pude creerles
cuando me aconsejaron esto,
sencillamente era imposible de creer,
me recordó no poco a ti,
y a tus días menos fáciles,
a esa lucha endemoniada
por enfrentarte,
care raja con la muerte
en el piso de abajo.



martes, febrero 24, 2009

lunes, febrero 16, 2009

s/c...





Usted me está tentando,
se está mostrando como si
nada de lo oscurito
le pasara por la mente

no se me haga la de
las chacras,
usted está haciendo cosas
con los dedos en su cabellera

se la está soltando
y no solemnemente,
mirando al cielo
inocente, como si nada

usted se mueve,
y no realiza cualquier
movimiento,
va de allá para acá
balanceándose

y no es terrible
ni da la lata,
muy por el contrario,
usted se maneja s/ la llave

sabe de antemano
dónde asestar ese golpe.







Vamos a ponernos sensibles
y a mezquinar la sabiduría un poco,
salir de compras por aquí por allá,
buscar en el mall un par de chalas,
comprar cigarros,
guardarlos en el fondo de un cajón
hasta la noche,
quedarnos conversando hasta muy tarde,
irnos a la esquina por un par de chelas,
de esas amargas,
llamarte por teléfono o ponerme a pintar
sobre una madera,
dejar lavando un poco de ropa
para la semana,
poner en orden algunos escritos.







Parece que lo tuviera
todo resuelto,
el trabajo,
el estudio,
la familia,
da la impresión
que se maneja al revés y al derecho,
y que conoce a medio mundo
y se organiza,
de buenas a primeras,
uno queda con la idea
que lo único que falta en ella,
es un tellible amol.

=P







Por los fantasmas
de la imagen los conoceréis,
ya no es necesario
el buque de navegación griego,
ni esos largos viajes a lo Ulises,
basta a veces con observar
un poco,
detenidamente el viento
donde se disipa el humo,
toda esa hojarasca blanca,
acumulándose sobre tus ojos
como su tonta pátina.






Tú ya lo conoces
tu perfil, ya sabes,
hay cosas en esta vida
que manejas al dedillo
el flash,
la dirección del viento,
el ejercicio
inmaculado de la seriedad,
el arte de la sombra
y el espejuelo,

ya te conoces,
sabes,
intuyes,
no se te va a escapar
ni una
de aquí en delante.




jueves, febrero 12, 2009

s/c...





Uno tiene todas las oportunidades
ya se habrán percatado ustedes,
o al menos
bastantes más que nuestros padres
y eso ya es decir mucho,
uno aprende y en teoría debiera
no andar a saltos por las calles,
extasiándose mucho
o acostumbrándose
a los golpes
pero bueno,
parece que a los golpes
uno aprende,
con las amenazas
de los incendios y la muerte,
da la impresión que desde arriba
a veces, nos la tiran con un balde.







El poeta poeta, no taquillea,
ni se arregla el pelito
o se cuelga unas cruces de piedra,
y menos luce como si recién saliera
de una peluquería unisex de barrio,
eso le está expresamente prohibido.



s/c...





Reconozco
que te he estado buscando;
hidalgamente
debo admitirlo,
ensuciarse con el barro
cada tanto,
tiene sus insospechadas
bondades para con la piel.







Me da la risa
infinita de la noche,
me sobreviene de improviso,
cuando menos se la espera
sin aviso,
y no alcanzo ni a
ponerme pantalones,
o a abrocharme los zapatos;
como una persona
desconocida y pálida
como el cartero,
o el que toma la lectura del agua,
me cae como un balde de una luz muy fría,
al vuelo,
rasante como un un saco de papas,
una tenaza que desgarra para arriba,
las cansadas comisuras de mis labios.







Todas las personas inmóviles
faltan a la verdad.







La verdad sólo actúa
de forma interina,
cuando a esos “algunos”
se les ocurre.







Usted no se moleste
en escribirnos de rodillas,
nada tiene para decir,
nuestra pulga comprensión
de sus textos
ha sido exiliada,
como a principios de marzo
donde todo está cerrado
y mal envuelto,
y hay que volver a la escuela
a recordar el cómo se redacta,
y se resuelven los puzzles.







Usted escribe
demasiado
complicada,
semipreciosa
como una yegua
que se desbarranca,
con esa carita
tierna y delicada,
como un rostro
de la TV
auto marginándose,
auto congelada,
bien sabe usted
que la queremos
harto,
y que sólo
le deseamos
que se mejore
de esa compleja
intertextualidad
mediática,
que la tijeretea
desde todas las
direcciones
al escribir.







No pienso poner mi foto
en ninguna parte.







No te la creo
esa imagen que tienes de ti misma
es falsa,
sorry por decírtelo,
pero eres muy care e palo
no puedes ser tan re diabla,
o sea,
ambos sabemos
dónde pusimos las plantas
dobladas de lado, paradas,
sobre el frío Parquets,
entre los diversos géneros
por no decir otras palabras,
así que no me vengas con esa
de la virgencita santa y otros
chamullos parecidos,
al pan pan y al vino vino.



martes, febrero 10, 2009

s/c...





Fue un desastre de marca mayor,
sólo equiparable a la época de paga
para nuestros jefes,
un acercamiento innecesario
entre un féretro
y su cortejo fúnebre,
un chantarse en seco
frente a nuestros propios fracasos;
mira que venir a dejarme flores.







Me duelen las rodillas y los pies
y estoy harto cansado de tener
que meter la guata pa dentro,
juro que esta va a ser la última.







No fue un milagro,
el hombre perdió
una parte importante
de su cerebro,
la malgastó de una
a través de los años;
y aún así se da el lujo
de tragarse un
par de minocas
adolescentes de cuero,
todo relax y tranquilein,
como quien se paletea
en el borde costero,
todo sol, arena y factor 40,
un hombre así
no debiera existir,
pero ¡vive!



...




Sra. María:
su hijo nos resultó un desastre,
lo atrapó la policía,
por tratar de hacerse el lindo
con sus amistades,
todos apóstoles
todos buena tela,
lo dejaron mirando al norte,
pateado entre las piernas,
duramente castigado,
lo subieron y lo bajaron, Sra. María,
aunque bueno,
quizá no ha sido culpa de él,
sino de la curiosa forma en que
ustedes,
han malentendido el amor de los padres,
obligándolo a resucitar por entre todos,
tan poco aleccionado, y tan joven,
haciéndose el harakiri,
intentado comprobarnos sus poderes,
con sustancias,
déjeme decirle Sra. María:
absolutamente ilícitas.







Cuando el pelmazo lloraba,
incluso antes,
cuando se le vidriaban los ojos,
sentí una necesidad
muy humana,
de sencillamente, aplastarle,
la de sacudirlo contra las paredes,
hasta desarmarle sus
cuidadosas trenzas bahianas;
sólo que estaban sus padres,
y a mí, sólo me correspondía
entregarles sus medicamentos.







No hagan caso,
ni tomen
demasiado en serio
estos supuestos,
un relajo penitencial
lo suscribe cualquiera.







La copita en alto
para la foto
y ese gesto laxo,
es el permiso
a pie de página,
para salir corriendo
de este cuarto.







Ahora resulta
que poner por escrito,
todos aquellos apellidos
raros
que se auto convocan,
está fuera de sitio;
pasó de moda
siquiera insinuar
que escriben en difícil,
es mal visto;
ahora resulta que
es un honorable
saludo a la bandera,
el ponerse
a reclamar por algo.



viernes, febrero 06, 2009

s/c...

...


¿Y si le echamos algo de detergente
en la comida de los perjeneos?
quizá algo interesante nos resulte,
o si les pulimos el mate,
y los echamos a rodar cuesta abajo,
¿quién sabe si en verdad llegaremos a conocerlos?
en verdad no nos importa,
la pintura en caballete
nos interesa harto más.








Lo que estamos produciendo
no tiene algo que ver con la calle,
y no tendría porqué tener que ver con eso
precisamente,
el asunto es
que estamos parados sobre nuestro propio ombligo,
respirando el aire que defecan nuestras moscas,
articulándonos a prejuicios en las sombras,
como si en verdad nuestros pensamientos
le importaran aún, a alguien,
aquí y ahora estamos todos muy perdidos,
incluyéndote a ti preciosa,
con tus sagradas escrituras,
atrapada en la espesura de tu bosque.







Las sagradas escrituras
están siendo publicadas en los blogs,
los evangelistas se reúnen cada tanto por Facebook,
debo advertirles que la verdad es transmitida vía mail,
el juego de la vida se prostituye en algunas películas,
por las calles circulan terribles rumores,
en las escuelas de mi país se nos tortura,
se nos deja a un tris de la propia muerte,
sí,
todo en este terrible universo es terrible, las palabras,
se nos agotan,
como el alcohol, que ya no nos ayuda como antes,
uno debe concentrarse en no reproducirse en la deshonra,
nuestros pares son
como lagartos con carita de amapolas, gentiles,
uno entiende muy poco de su propio lenguaje,
y para más remate, la poesía se nos ha puesto fofa,
se le mete un bichito maloliente por entre las sienes,
y resulta cada cosa, menos lo que uno quiere,
hay que planificar con la educación de las personas,
nuestro deber más sagrado
está para con los pobres y sus estigmatizados familiares,
anoten.


….



La verdad
tiene muy poco que ver con la verdad ahora,
no nos vamos a poner tremendos,
a duras penas
podemos con una cantimplora
en nuestro pobre pensamiento,
rechazando a nuestro prójimo
sin vergüenza,
no se pongan sus rastrojos
o se los presten,
ni vendas en los ojos
o se amilanen,
en realidad
es lindo poder ayudarles,
piensa que el pecado reside en todas partes,
y no estarás a salvo, ni mientras ores
¡oh my good!
¿qué le ha hecho la imbecilidad al hombre?
¿la soberbia, la modorra?
¿un perfil?
¿acaso un sitio web, para poner su mejor foto?







Rechazo adrede,
cualquier posibilidad
de redención por la
re tuta,
ya no hay
un confín de paz
para el hombre,
ni perdón por sus alambres,
o alambiques con púas,
se nos pusieron malolientes
el olivo
y la higuera.









Para el ocasionador de multitudes,
el recolector de sus buenas notas,
el apéndice:

cuando se nos ponga tirana la cosa,
y entre a colocar,
sus tontos campos de exterminio
para nuestros pobres marginales:
hasta ahí no más nos llegó
la buena onda

porque es imposible y deleznable,
una palabra bonita no es un tropel,
como quitarse el sombrero o reclinarse,
o besar a una bella dama
en su blanca (y azorada)
piel oronda

la verticalidad en el mando nos lo impide,
las bellas artes,
el auto psicólogo de la conciencia,
aquella pobre maestra de la escuela,
la Santa Sede, el parche curita,
nuestros sagrados órdenes,
la ley y el orden,
los centros de detenciones para menores,
los colegios e instituciones públicas

yo protesto hidalgamente
contra las malas pulgas
de algunos ruiseñores,
contra todo aquel que hoy meta la pata,
y se haga el reverendo saco de alcornoque,
el desentendido, el que amedrente,
el que segregue

apelo humildemente
a todas las ONGs posibles,
a la ONU,
el Obama,
al Santo Padre

certifico personalmente,
que ni el centro de madres
en la cuadra nos pesca.



jueves, febrero 05, 2009

s/c...

...


Y el perejil que me salió cilantro
ya tiene su propio vocabulario
donde se re jura invisible,
y habla y dice cada cosa,
y él mismo se supone
que uno no capta sus bromas,
y se mata de la risa
mientras baraja el naipe,
y saca cuentas de las horas,
días y semanas que habrá de pasar aquí.







No hay tal cosa como
un “atentado celeste”,
más sí
ventiscas que incomodan
y micros que a penas corren;
hay personas sin control
en todo lo que emiten,
y unos cementerios para
caracolas inaudibles,
ceremonias del té
para esponjas y buitres,
o vacas sagradas que
ya no obtienen legaciones,
y esos pósers culebrones
que publican en los bloggers,
y que han hecho del Facebook
un ágora para camélidos inútiles,
¡hay de mi santa madre!
¡Pero es que hay de todo
en la viñeta de my Lord!.







Yo no te la compro
pedazo de rucia,
o sea,
andá a chamullar a otra parte
con tus medias
ni que 2 razones,
no
me
la
vendes,
ni en tus sueños más límpidos
mi húmedo
perfume de jacarandá,
es que, ¿cómo te la explico?
no le llevo su mercadería
láctea,
nones

pero ¿cómo es que me salió tan pornógrafa?.

miércoles, febrero 04, 2009

s/c...

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Ella dijo: tu trabajo es mediocre
y yo: muy bien
estoy de acuerdo
nada vale menos que esta pocilga donde trabajo
¿pero qué trabajo?
caridad cristiana para con los hombres
pura bondad de reptiles
para con estas malas crías de avispa,
las cabezas elegidas de la muerte.







Pongan sus ideas en orden,
hagan el ejercicio siguiente:
el de auto cuidarse, piensen
que nadie en su familia los odia,
o en su vecindario les mienten,
o en su trabajo
ninguno de sus prójimos les detesta,
respiren,
no esperen que en ustedes
se vaya a obrar un milagro.







Una casa de papel pintado se cae,
un lugar sin paredes se viene abajo
¡pero sin las paredes!
las junturas de la esquina se desprenden,
el adhesivo de las borlas se parte,
se descascara el ornamento
los junquillos se abren,
la estructura completa se cuartea,
se acumulan en el piso
unas bolitas de masking tape.







No es necesariamente terrible
ni pájaro de mal agüero
ni en el matiz ni en el fondo
el que se repitan de a campanadas
las percepciones,
las concepciones acerca del medio.
Esto es para nada periodismo.







Escribir mientras el resto trabaja
no es en sí una acción de arte,
pero sí calza con la definición
connacional de surrealismo.



lunes, febrero 02, 2009

Óleo sobre madera

Trabajo sencillo y en proceso =P
De a poco pondré nuevas imágenes de cómo va =)

lunes, enero 19, 2009

s/c...


Hoy escribo para aquella

en otro tiempo,

sin alarde de constancia,

ni limpieza en nuestro templo

sino muy por el contrario:

sencillamente


porque me hace de las suyas

zamarreando,

con el asombro automático

de un lado para otro

de su cabellera pátina,

tipo alfombra para abrazos

o esa piel de caramelo

toda evidencia,

toda pirueta de pájaros


porque ella es el tiempo

y es el cáliz,

pequeña y estupenda

conversando,

como un tornillo,

o aplaudiendo como el optimismo,

ella es el patio de la primavera

entrando,

en la tibieza de sus cerros blancos,

atareada como sólo una nube


porque ella es al aire libre

sin aspavientos

ni ojos entornados,

ni culebrones estéticos,

ni lengua de mi saliva hablando,

o como los dedos aferrados

a una mano abrazándose


ella nos saluda como el aire y nos circunda,

como una espalda o como un muslo,

con sus secretos pechos colmados de hilos,

por anhelos secretados por mis labios,

rebosantes de palabras presurosas

y exquisitas,

como el hambre de los apetitos salvajes


toda cariátide, toda flora,

toda capilla y ábside,

en lo más alto,

porque no es almizcle

ni pálida rosa,

sino una sólida columna tracia

erizándose,

como un precipicio o un risco,

como una montaña rusa

auto deslizándose


ella se arrebata

como sólo las vertientes

o la tierra firme

consagrada,

acueducto de Segovia

transportando el agua,

ella da luces,

como sólo el arte contemporáneo,

dentro de una sala de operaciones


lo bueno en esta etapa

tiene que ver con ella,

y con sus apapachos

caprichosos,

como sólo la venganza puede

y esa forma, cara pálida,

de hacernos saltar hacia adelante


nunca se ha de hacer la sombra

para aquella,

porque aquella es una isla vaga

para sí misma,

levemente,

que se abastece y reconstruye callada,

otorgándose,

toda la simpleza y los placeres

inaccesibles,

antes que siquiera algún mortal,

logre pronunciarla,

en una sola palabra.


domingo, enero 18, 2009

Dibujos 2009.

Grafito, tira líneas, tinta parda y lápiz sanguina sobre hilado 240.












jueves, enero 15, 2009

s/c...


Te agarraron de las orejas

en el túnel de la luz,

porque tus golpes

nunca fueron suficientes o graves,

no has perdido siquiera tu tiempo


tu accidente contra el parabrisas

ha sido en absoluto la gran cosa,

sólo te ausentaste de la vida

por unos segundos


lo vuestro apenas dio

para un toponcito en

una relación intensa

con el vidrio molido,

un viraje hacia la izquierda

y el silencio inesperado


un ulular de sirena

suponemos;

y la preocupación

hasta altas horas

de algunos de tus familiares


y de ella, ella,

llorando a mares con el celular

al otro lado y tú,

más machucado que un membrillo


no te ha dado para una muerte heroica

ahora sabes,

sólo para una rosita de hilo quirúrgico

un poco más arriba de la frente

y alguna que otra molestia

que ya pronto irás abandonando


por hoy

no habrá función para la tele

sobre tu vida.

lunes, diciembre 29, 2008

Poema del hijo

I
¡Un hijo, un hijo, un hijo! Yo quise un hijo tuyo
y mío, allá en los días del éxtasis ardiente,
en los que hasta mis huesos temblaron de tu arrullo
y un ancho resplandor creció sobre mi frente.
Decía: ¡un hijo!, como el árbol conmovido
de primavera alarga sus yemas hacia el cielo.
¡Un hijo con los ojos de Cristo engrandecidos,
la frente de estupor y los labios de anhelo!
Sus brazos en guirnalda a mi cuello trenzados;
el río de mi vida bajando a él, fecundo,
y mis entrañas como perfume derramado
ungiendo con su marcha las colinas del mundo.
Al cruzar una madre grávida, la miramos
con los labios convulsos y los ojos de ruego,
cuando en las multitudes con nuestro amor pasamos.
¡Y un niño de ojos dulces nos dejó como ciegos!
En las noches, insomne de dicha y de visiones,
la lujuria de fuego no descendió a mi lecho.
Para el que nacería vestido de canciones
yo extendía mi brazo, yo ahuecaba mi pecho…
El sol no parecíame, para bañarlo, intenso;
mirándome, yo odiaba, por toscas, mis rodillas;
mi corazón, confuso, temblaba al don inmenso;
¡y un llanto de humildad regaba mis mejillas!
Y no temí a la muerte, disgregadora impura;
los ojos de él libraron los tuyos de la nada,
y a la mañana espléndida o a la luz insegura
yo hubiera caminado bajo de esa mirada…

II

Ahora tengo treinta años, y mis sienes jaspea
la ceniza precoz de la muerte. En mis días,
como la lluvia eterna de los polos, gotea
la amargura con lágrimas lentas, salobre y fría.
Mientras arde la llama del pino, sosegada,
mirando a mis entrañas pienso qué hubiera sido
un hijo mío, infante con mi boca cansada,
mi amargo corazón y mi voz de vencido.
Y con tu corazón, el fruto de veneno,
y tus labios que hubieran otra vez renegado.
Cuarenta lunas él no durmiera en mi seno,
que sólo por ser tuyo me hubiese abandonado.
Y en qué huertas en flor, junto a qué aguas corrientes
lavara, en primavera, su sangre de mi pena,
si fui triste en las landas y en las tierras clementes,
y en toda tarde mística hablaría en sus venas.
Y el horror de que un día, con la boca quemante
de rencor, me dijera lo que dije a mi padre:
«¿Por qué ha sido fecunda tu carne sollozante
y se henchieron de néctar los pechos de mi madre?»
Siento el amargo goce de que duermas abajo
en tu lecho de tierra, y un hijo no meciera
mi mano, por dormir yo también sin trabajos
y sin remordimientos, bajo una zarza fiera.
Porque yo no cerrara los párpados, y loca
escuchase a través de la muerte, y me hincara,
deshechas las rodillas, retorcida la boca,
si lo viera pasar con mi fiebre en su cara.
Y la tregua de Dios a mí no descendiera:
en la carne inocente me hirieran los malvados,
y por la eternidad mis venas exprimieran
sobre mis hijos de ojos y de frente extasiados.
¡Bendito pecho mío en que a mis gentes hundo
y bendito mi vientre en que mi raza muere!
¡La cara de mi madre ya no irá por el mundo
ni su voz sobre el viento, trocada en miserere!
La selva hecha cenizas retoñará cien veces
y caerá cien veces, bajo el hacha, madura.
Caeré para no alzarme en el mes de las mieses;
conmigo entran los míos a la noche que dura.
Y como si pagara la deuda de una raza,
taladran los dolores mi pecho cual colmena.
Vivo una vida entera en cada hora que pasa;
como el río hacia el mar, van amargas mis venas.
Mis pobres muertos miran el sol y los ponientes
con un ansia tremenda, porque ya en mí se ciegan.
Se me cansan los labios de las preces fervientes
que antes que yo enmudezca por mi canción entregan.
No sembré por mi troje, no enseñé para hacerme
un brazo con amor para la hora postrera,
cuando mi cuello roto no pueda sostenerme
y mi mano tantee la sábana ligera.
Apacenté los hijos ajenos, colmé el troje
con los trigos divinos, y sólo a Ti espero,
¡Padre nuestro que estás en los cielos!, recoge
mi cabeza mendiga, si en esta noche muero.

Gabriela Mistral

martes, diciembre 23, 2008

EL POETA Y LA MUERTE

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque - yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas...

Antonio Machado

jueves, diciembre 04, 2008

Un episodio breve (cuento)


Mato una mosca con la mano. Se levantó y se dirigió hasta al baño para lavarla. No encontró jabón, así que abrió lo suficiente la llave, para sentir su palma completamente limpia. Se fue a la cocina y destapó una cerveza del refrigerador. Observó por la ventanilla que daba al patio a su mujer jardineando. El sol de la tarde, se colaba por la persiana verde, cubierta de plástico.

Tomó un par de copas y se dirigió a hasta la pieza del computador. Se sentó en el sofá cama, se acercó al teclado y vertió la cerveza en las dos copas. Se quedó esperando mirando la pantalla. Luego dio un sorbo a su copa servida, y repasó en su mente la historia que había planeado desde la mañana.

Dicha historia versaba sobre un joven matrimonio, recién instalado en un pueblo de más al norte. Ambos profesores. Ella una mujer delgada y silenciosa, hija única de un acaudalado empresario minero. Él, un tipo alto de barba clara y abultado abdomen, titulado hacía un par de meses, en una tradicional universidad capitalina.

En dicha historia al maestro, había dado en llamarle Javier Solanas. Quien se encontraba en espera de un cupo de maestro, en un prestigioso colegio Jesuita del pueblo. En tanto que a ella, de nombre Graciela Alvarado Menezes, había procurado la noble tarea de acompañarle en el cuidado del terreno, heredado de sus padres recientemente fallecidos, unos seis meses atrás, en un lamentable accidente aéreo.

Hasta aquí había avanzado con su relato.

Mientras tecleaba, su mujer trabajaba afanosamente en la limpieza del patio, hasta donde había llevado seis macetas plásticas, con distintas flores, traídas de un invernadero de propiedad paterna, en las afueras de la capital.

Se escuchaba al otro lado de la habitación el rastrillo, rasgando una y otra vez sobre la tierra, y de fondo a las aves que anidaban en el sitio colindante al terreno, donde se erguían imponentes, cuatro frondosos sauces, al pie de un angosto cauce de riego.

Él la imaginaba en shorts ocres y polera blanca. Y a ratos se preguntaba si debía ayudarla o continuaba con su trabajo, frente a la pantalla de la PC.

Finalmente resolvió asistirla. Tomó el rastrillo del suelo y comenzó un poco a tientas, a rasguñar sobre una mezcla de tierra grisácea y huevillo, recubierta por un delgado pelillo amarillo, todo reseco.

Ella arrancaba la maleza con unos guantes grises de género. Juntando la hierba cortada en una esquina mientras él, ahora con el azadón en las manos, se quedaba de a momentos muy quieto, mirándola.

La casa no era grande. Cuatro habitaciones pequeñas, la cocina y el baño, más un patio cubierto de matorrales secándose, bajo un tendedero hecho con cables telefónicos, apoyados en dos largos tubulares de fierro oxidado.

La habitación donde escribía estaba casi desnuda. Un sofá cama y una silla reclinable junto a la computadora, sin imágenes pegadas en los muros o fotografías enmarcadas, sobre el único mueble instalado junto al escritorio.

Trabajaron hasta bien entrada la noche. Luego ella regó un poco, y él guardó las herramientas en un cajón, junto a los peldaños de la cocina.

Para entonces, sólo el ruido del computador se escuchaba al interior de las habitaciones, y de tanto en tanto, algunos grillos entre la maleza que restaba por quitar.

Cuando él regresó hasta su silla, la habitación se encontraba en penumbras. Con la ventana del patio entreabierta y el visillo ligeramente descorrido por el viento. Prendió la luz y descubrió contrariado, una decena de moscas, mosquitos y moscardones, de muy distintos tamaños diseminados entre el sofá y el cielo raso. Como negras pecas o grotescas costras oscuras, inmóviles.

Se quedó en el dintel de la puerta un instante, contemplando la desagradable sorpresa. Recordando imágenes de la TV, las que luego desechó por fantasiosas. Pensó en la faenadora de carne al otro lado del río, e incluso en el insoportable calor de toda esa semana, en la zona central del país.

Se dirigió tras el esquinero, a desconectar la pastilla de veneno y luego, fue en busca de un matamoscas celeste, colgado tras la puerta del baño.

Ella entró a la cocina y lo vio atravesar el pasillo, en dirección al dormitorio, sin cruzar palabra alguna. Sólo al llegar a la habitación y prender las luces, se percataron de la presencia de otra docena de moscas, posadas lúgubremente sobre las almohadas y los dos veladores. Dos o tres reposaban sobre las frazadas y otro par revoloteaba en lo alto, alrededor de la ampolleta de centro, acompañadas esta vez por tres o cuatro polillas, y una enorme mariposa nocturna.

Se miraron sorprendidos y ligeramente asqueados, pero ninguno pronunció una palabra. Repitieron desconectando las pastillas de veneno y después aguardaron.

Él mantenía en su mano el matamoscas, y calculando la distancia más corta, asestó un violento golpe sobre la díptera más cercana. Dos pequeñas manchas negras y rojas quedaron en la rejilla plástica. Luego intentó sobre otras dos en una pared, pero esta vez sin mucho éxito. Persistió en sus intentos y logró contabilizar a seis. Al cabo de un rato en apariencia, las había exterminado a todas. Ella cogió de la mano de él el matamoscas, y prosiguió con la tarea en la pieza contigua. Y así por el pasillo hasta el comedor, intercalando movimientos violentos con gestos sutiles. Caminando y observando en derredor con sumo cuidado para no delatarse.

Cada tanto él le susurraba, para indicarle la proximidad de una díptera, o le señalaba con los dedos el repentino vuelo de una polilla hacia la pieza de al lado. En esto estuvieron un buen rato, al cabo del cual, convinieron en pasar a la cocina a prepararse un par de sándwiches con bebidas, para descansar.

Abrieron las puertas del muebles, y sacaron el pan de molde, la crema, una bolsa con tomates y un enorme palta negra. Se dirigieron al comedor y se sentaron a la mesa. Allí pasaron media hora entre el silencio y la penumbra. Percibiendo cada tanto, el vuelo rasante de un mosquito o el deambular cercano, de un chirriante moscardón.

Recogieron los dos platos y luego prosiguieron con la tarea. Ambos estaban de acuerdo en exterminar de la casa, a la amenaza recién descubierta. Así que cerraron las ventanas de todas las habitaciones, y desenchufaron el resto de las pastillas con el veneno verde. Prendieron las luces de cada pieza y comenzaron con la barrida metro a metro, centímetro por centímetro. Esparcieron insecticida en aerosol en pequeñas cantidades, en lugares predeterminados y específicos. Nuevamente se turnaron con el matamoscas cuando la presa estaba a un palmo de distancia. Avanzando despacio. Muy lentamente. Casi agazapados.

Poco antes de la medianoche, dieron con el último espécimen, rascándose con las patas traseras sobre la pantalla del PC. Calcularon con tiempo ese golpe, para no dejar una marca irremediable en el equipo. Luego, limpiaron con un trapo naranjo, rociándole desinfectante.

Él tomó la aspiradora y la pasó por el piso alfombrado con diminutos cadáveres negros. De algunos, sólo quedaba un ala suelta o una pata nerviosa, medio recogiéndose. En otros, un pedazo de abdomen con una o dos patas adheridas. Estaban regados por casi toda la casa. Algunas de estas manchas se arrastraban pesadamente, bajo la cómoda o la cama. Otras, sacudían inútilmente sus extremidades en el aire, como arrancando. De las polillas, sólo quedaba un polvo gris brillante, y de los mosquitos, un amasijo de patas con alas irreconocible. La mariposa nocturna, yacía reventada contra una pared en el dormitorio de ellos. También fue retirada.

Finalmente, una pequeña corte de diminutas moscas fue descubierta, diseminada entre el pasillo y la pieza donde ronroneaba el PC.

Acabaron de trapear en las paredes y después de eso, cada uno retomó lo que adeudaba de sus actividades.

Él continuó con sus escritos y ella optó por tomarse una ducha. Fue hasta el calefón y regresó con una gruesa toalla del tendedero. Él observó la botella de cerveza vacía, y una cajetilla de cigarros a medio terminar. Miró en la pantalla el cursor apenas tintineante. Presionó Enter, y se extendió en otra media docena de párrafos más.

viernes, noviembre 28, 2008

Cuento.


Reconoció su rostro en el espejo y en él, a un par de pliegues por las sábanas. Los ojos hinchados y en la boca, un monedero abultado, descascarándose.

Aquella madrugada fue demasiada para su cuerpo exánime. En la misma habitación de un par de semanas antes, ahora tendida boca abajo con las palmas extendidas bajo las almohadas.

La observaban dos espejos biselados, uno a cada lado sobre las paredes recién estucadas.

Revisó en su bolso buscando cigarros, pero estaban en el suelo desparramados a un costado de la cama. Cogió uno, y luego otro, pero no los encendió, y se quedó pensando en la ciudad al otro lado de los visillos.

Deslizó la planta de sus pies a través de la colcha, al tiempo que desenredaba con flojera, las hebras de su cabello.

Estaba cansada y ligeramente nerviosa. No deseaba acordarse pero la traicionaban aquellos flashes de la noche. De repente algunas voces, pero ninguna palabra.

Recogió su brazo derecho, y lo colocó entre sus piernas apretando suavemente, mientras sentía el calor disipándose. Luego, respiró hondo. Se percató con extrañeza, de que no lograba sonreír y con esfuerzo obtuvo, sólo una mueca irreconocible.

Se irguió pesadamente para verse en el espejo de la cabecera, pero lo que en ella descubrió, la puso triste.

Recordó por un instante a su padre fallecido, y a su madre en una cama destartalada de hospital.

Se acomodó de lado, como a punto de nacer; mientras desde la calle, se proyectaban unas sombras azuladas.

Al otro lado de la pared, una mucama, comenzaba con el aseo.