lunes, diciembre 24, 2007

Aprendiendo a ser Cruel

- Y cual es el problema
- Ninguno, es solo que me gusta mucho alguien mas y no se…
- Pero despreocupate, mira, pruébalo, úsalo y déjalo ir…
- Probar, usar… suena a producto de tienda.
- ¿Y es que acaso crees que nosotros no las vemos así a veces?.
- ¿Tú me miras así?
- No, yo te veo distinto, porque reconozco tu real valor.
- ¿Y si al probarlo me doy cuenta de cual es su valor?
- Entonces estará todo perdido entre nosotros.

Pensaba en esas y tantas otras conversaciones con su perverso aquella noche. Pero si, estaba ahí, esperando, con las piernas temblando, de frío o algo de resquemores, impaciencia, nervios.

Esperaba a aquel del cual hablaban, aquel que había que probar antes de seguir adelante, un alto en el camino.

El la diviso a lo lejos, llevaba aquel vestido rojo institucional que le gustaba, parecía mas alta de lo que recordaba.

La mujer menuda, crecida, siempre sentida y venida a menos, estaba jugando aquel juego perverso, sin problemas.

Se miraron, ella jugaba a la timidez. El incauto creyéndose cazador, la seguía con la mirada.
No es una mujer bella, no era su tipo, pero era el mismo tipo de fiera que el, ardiente y pasional.
Aquella noche conversaron, entrelazaron manos cual adolescentes, a pesar que hacia mucho tiempo ya habían abandonado ese estado mental.

Al irse en un taxi aquella noche camino a su hotel, el la sujeto con vehemencia y le beso desenfadado, ella respondió al impulso, le estaba probando.

Llegaron a su cuarto de hotel, el se invito a entrar, abriendo grandes ojos.
Al llegar a aquella habitación, el se decía, no sucederá, mientras ella convencida, sabia que debía de probar de una sola vez. Y así sucedió, del choque de voluntades, ella salió victoriosa, su perverso estaría orgulloso.
La primera vez fue atroz, el no tenía experiencia, ni mucha pericia instintiva.
Ella lo notaba, su perverso era cien veces mejor.
Le dio más oportunidades para ver como funcionaban, hasta que finalmente funcionó, ella decía te amo instintivamente, como llamando al orgasmo.

Cada vez que volvía a casa, se preguntaba, hasta cuando durara esto, cuando ya es suficiente para dejar ir.

Y esa noche fue suficiente, el muchacho ya envalentonado, sabía que no la necesitaba más, ya había aprendido lo suficiente y ella, aprendió a romper algo más su corazón.

Ya podía dejar ir, ya no le dolían estas cosas, ya había aprendido lo que su perverso le quería enseñar, ya era capaz de soportar la crueldad, ya podía volver con el, que era más cruel.

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